Días como todos vierte sus poemas al mar para alimentar el devenir de las olas. Movimiento continuo que refleja el paso del tiempo. Movimiento feroz que erosiona los resortes más humanos, como la necesidad de amar y ser amado. Movimiento existencial que, con su fuerza, desemboca en la muerte y la nada. Movimiento evocador, plasmado en una lírica singular que hace de su lectura un auténtico placer en el que solo las referencias nos anclan a la tierra.