Su construcción supone una manera diferente de contar, buscando la lucha y el abrazo entre la imaginación y la realidad. Así, entrelaza un relato de ficción, La mano del emigrante, un relato compuesto por fotografías realizadas por el autor, El álbum furtivo, y un relato periodístico, Los náufragos.
En la narración que da título al libro, Castro y sus compañeros trabajan en un hospital de Londres y se reúnen en el Old Crow para jugar al billar y a los dardos, beber y compartir historias. Castro hipnotiza con la palabra, con sus recuerdos y con esa mano tatuada con tres pequeños pájaros marinos que esconde un dramático secreto de apego y pérdida.
A la hora de la verdad, la aventura humana transcurre entre esas dos naciones: el apego y la pérdida. Emigrantes y náufragos viven esa experiencia al límite. Uno de los personajes de Los náufragos, en testimonio real, cuenta cómo en el límite de las fuerzas el tronco al que se aferra se reblandece como una almohada de plumas donde depositar los pensamientos de oro. Palabra de náufrago.