La lozana andaluza fue descubierta en el siglo XIX en la Biblioteca Imperial de Viena, de la Imprenta de Venecia, en la edición no constaba ni el autor y ni el impresor, por lo que fue considerada anónima. Se trata de un relato «libertino» en el que, sin embargo, las alusiones sexuales de las mujeres son metáforas.