Aunque negado públicamente, el indisimulable afán expansionista de Juan
Perón se sustentaba en el mito de la superioridad argentina y en la
certeza de que su movimiento modificaría la relación de fuerzas en
Occidente.
En su visión del mundo, la Argentina era el puente natural entre
Latinoamérica y Europa, en particular entre las naciones católicas de
los dos continentes, y el contrapeso a los Estados Unidos. Con ese plan
en mente, expandió su influencia hacia los países vecinos, que lo
tuvieron más como amenaza latente que como aliado. Para exportar su
modelo, Perón se valió del trigo, escaso y valioso en la Posguerra. Pero
también de todo el aparato estatal: desde espías y obreros
sindicalizados hasta su propia esposa, Eva Duarte.
Aunque sus ambiciones se demostrarían desmedidas y su política exterior,
falaz y costosa, Perón abrió rumbos con su proclamada independencia de
las potencias extranjeras, su búsqueda de una alternativa en el mundo
bipolar diseñado por la Guerr