La Formación Profesional del Maestro de Educación Infantil Bueno es reconocer que al menos desde lo discursivo, todos aceptan que la educación es el motor de la transformación social, política y moral de una sociedad, y no son pocos los gobiernos y organizaciones internacionales interesados en brindar una educación liberadora de las miserias físicas y éticas que se abaten sobre la humanidad. Pero para que eso sea realmente posible, hay que empezar por el principio. Aquél ámbito ideado en 1837 por Friedrich Fröbel, al que llamó "jardín de infantes" porque los niños aprendían "tan libres como las flores en un jardín", a partir de juegos y canciones a cargo de "maestras jardineras", en este nuevo siglo y conforme a los avances de las ciencias cognitivas, de la nueva concepción de la educación y de lo que se espera de ella, necesariamente debe transmutarse en una "escuela infantil" sumamente profesionalizada y a cargo de educadores con rango universitario (los educadores infantiles), quienes han de contar con las destrezas y recursos académicos apropiados para lograr el máximo desarrollo de todas las potencialidades físicas, psíquicas y emocionales de niños y niñas, de todos sus talentos y capacidades, para que puedan formarse integralmente, y convertirse desde un horizonte de valores humanos positivos, en agentes transformadores de la realidad, para el logro de una sociedad mejor, de países mejores, de un mundo mejor para todos. Los ciudadanos del futuro, están concurriendo ahora mismo a un centro infantil o siendo atendidos en un ámbito no formal. Echemos una mirada a estos sitios, y sabremos ya mismo si en unos treinta años, un país habrá mejorado su calidad de vida, si habrá progresado, si su destino será o no, mejor que su presente. La Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI), pone a consideración de organismos gubernamentales y no gubernamentales, públicos y privados, este documento elaborado por su equipo de especialistas, como contribución para resolver un nudo gordiano para el efectivo cambio hacia una mejor calidad de vida: la adecuada formación profesional de los educadores en general, y de los educadores infantiles en particular, acorde con los desafíos y demandas sociales de este nuevo siglo.