Las habilidades que desarrollan la educación de los sentimientos son las que favorecen el propio conocimiento, la autonomía, la autoestima, las destrezas de comunicación, la buena escucha, la resolución de conflictos, etc. Todo esto, junto con el equilibrio emocional, la capacidad de motivarse a uno mismo y la capacidad de reconocer y comprender los sentimientos de los demás, capacitan a las personas para conseguir una buena madurez emocional. Los profesionales de la educación infantil somos conscientes de la relevancia que tiene la inteligencia emocional de los niños para conseguir el éxito de nuestros programas educativos. Sin embargo, en ocasiones educamos sobre el tratamiento oportuno que debemos dar a las competencias de esta inteligencia. Las autoras nos ofrecen en esta obra un programa completo y sencillo de llevar a la práctica. En este programa, los docentes encuentran actividades lúdicas que conducen a los niños hacia la comprensión e interiorización de un conjunto de competencias necesarias para potenciar su inteligencia emocional.