Amiga lectora, amigo lector, tal vez usted tenga en sus manos un ejemplar de este librito atraído por un título que conjuga dos palabras que sólo en el juicio de un desquiciado podrían conciliarse. Pues bien, para que usted y yo podamos entendernos o no, pero sobre todo para que quede claro de qué estoy hablando, permítame decirle, en primer lugar, que no se trata de un libelo. Nada más lejos de mi interés que pretender denigrar o infamar a mi país, ni a mi gentilicio. Tampoco es un escrito satírico que aspira ponerlo en ridículo y desde luego, ni muchísimo menos un texto de ficción, sobre el realismo mágico tropical. Ese calificativo tan cautivante para los europeos e irritante para quienes lo padecemos sin remedio