Argumento de La Ciudadanía Europea
A partir de la unión política decidida en Maastricht, Europa se proclama ciudadana: una ciudadanía europea basada en la reciprocidad de derechos entre los ciudadanos de la Unión y que está más definida por la nacionalidad de los estados que la constituyen que por la residencia y la participación en los asuntos de la ciudad. Una ciudadanía en busca de su contenido, que carece de símbolos fundadores concretos. Una ciudadanía con un territorio en evolución, sin una lengua y una historia comunes, sin ningún lema, con poco servicio militar, con un impuesto y una moneda que parecen muy lejanos, pero cuya frontera imaginaria está constituida por el «otro», el no europeo, el musulmán, por aquellos que, por carecer de derechos, están sometidos a un creciente control de las fronteras externas y son sospechosos de profesor peligrosas «fidelidades». Una ciudadanía con algunos déficits democráticos, un voto directo meramente local y reservado para los europeos, un Parlamento cuyos poderes son más limitados que los de los parlamentos nacionales. Una ciudadanía amenazada por el reinado de los expertos y acechada por una fractura sociopolítica entre los que ya participan de la civilidad europea de las metrópolis y los que se repliegan en entidades nacionales o regionales porque tienen miedo de una Europa que no llegan a entender. Sin embargo, ser ciudadano en Europa constituye un gran proyecto que va más allá del tratado de Maastricht. En primer lugar, es una innovación política y constitucional: la de disociar la nacionalidad de la ciudadanía; es también elaborar una cultura común por encima de las fronteras de los estados; y, por último, es aceptar unos nuevos valores cívicos basados en los pluralismos. Este libro trata de establecer cuál es la situación actual, en tanto la ciudadanía europea no sea un hecho.0