Una vez más, con los materiales de su desconsolada infancia y con la barrera de contención de un lenguaje austero tras el que late la angustia, Patrick Modiano recorre los bandazos de una vida joven sin asideros, perdida en la geografía parisina; una vida que el autor ya bosquejó en 1982 en Tan buenos chicos, y cuyo retrato ahora completo se integra en ese universo coherente, misterioso, instantáneamente identificable, hecho de eternos retornos y fragmentos recuperados de la corriente de la memoria, cuyo vaporoso y atmosférico embrujo ha capturado ya a tantos lectores sin remedio.