Este libro no va dirigido a quienes entienden el trabajo educativo simplemente como un medio para ganarse la vida, en el que piensan van a disfrutar de amplias vacaciones, sino a quienes se esfuerzan por alcanzar una nobleza en su profesión, lo que les llevará también a su personal plenitud. Además, tal empeño facilita que los que les rodeen puedan descubrir en ellos a personas que señalan nuevos horizontes para su existencia.
Albert Camus, cuando le dieron el Premio Nobel de Literatura, escribió al maestro que había tenido en la enseñanza secundaria para agradecerle los cuidados que había puesto en su formación y todos los esfuerzos que le había dedicado. Cabe pensar la alegría que debió tener el señor Germain al recibir esa carta manuscrita de un Premio Nobel, que, probablemente, le movería a pensar cuán acertadas eran las palabras de Platón, al afirmar que el maestro escribe en el alma de los jóvenes, y qué verdadera era la afirmación de Tomás de Aquino de que el magisterio es una profesión a la que se debe honor.
Esta obra propone unos horizontes ambiciosos, pero no utópicos, pues el autor los hace asequibles, encendiendo fanales que iluminen las principales actividades de los educadores, moviendo a la reflexión sobre sus objetivos más profundos, dentro de un escenario globalizado en el que se descubran llamados a promover un cultivo de la dignidad humana, en el respeto a la libertad intelectual y moral de las personas a las que desea ayudar en su crecimiento y desarrollo.