La fascinación del hombre hacia el mal es uno de los más antiguos compañeros de viaje de la humanidad. Desde la antigüedad el hombre ha establecido pactos con los dioses y los espíritus, incluso con aquellos que tradicionalmente se han erigido como representaciones del mal en la tierra, para obtener sus favores. Los pactos con el diablo no son sino la expresión última de este comercio con los espíritus y uno de los pilares básicos sobre los que se sustenta la tradición mágica occidental.