Bashô decía que el haikú es simplemente lo que está ocurriendo en este momento. Sí, esto así; pero también bastante más. Es eso, visto por tus ojos, sentido en tu corazón y elaborado por tu cerebro, para que alguien lo sienta contigo al leerlo. Pero además el haikú debe ser como un fogonazo en el que todo lo dicho antes se funde. Es como un relámpago en medio de la noche. Un relámpago que ilumina lo que se ve y lo que se adivina. Y todo eso tiene que ser dicho en únicamente diecisiete sílabas.