El propósito de este libro es mostrar la trama del confl icto y las iniciativas de quietud que se han dado en la sociedad contemporánea. Como el lector tendrá ocasión de comprobar en los capítulos que se consignan, la guerra tiene mayor presencia que las aptitudes de paz. No ha sido este hecho premeditado sino que tras el llamamiento que se ha realizado a los especialistas que aquí aparecen, éstos han sido los espontáneos resultados. Lo cual muestra el predominio del drama frente a la concordia internacional. Muchas razones se suelen aducir para dar comienzo al lenguaje de las armas, desde la tesis de Maquiavelo según la cual los cimientos principales de todos los Estados son las buenas leyes y las buenas armas, y que no puede haber buenas leyes donde no hay buenas armas, hasta la de Adolf Hitler quien llega a afi rmar que los ingenios más crueles son más humanitarios pues aceleran la consecución de la victoria. Los planteamientos de Joseph Stalin, en la II Guerra Mundial (1939-1945), tampoco son nada halagüeños cuando llevó a su pueblo a la muerte de veintidós millones de soldados para conseguir la expansión territorial jamás soñada por dirigente ruso alguno. El confl icto que ahora acotamos, el más sangriento de la historia de la humanidad, se repudia por su propia naturaleza autodestructiva, y enlaza con la Gran Guerra de 1914-1918. No nos gusta el culto a los héroes pese a que Thomas Carlyle los sacralizara en el siglo XIX, ni creemos que, como insistiera el general prusiano Helmut Von Moltke, la paz perdurable es un sueño, y ni siquiera un sueño hermoso. No entendemos cómo pudo afi rmar que la guerra forma parte del orden creado por Dios o que en ella se magnifi can las virtudes más negras del hombre: el valor y la abnegación al espíritu del deber y el sacrifi cio de sí mismos, sin la guerra añade el mundo se hundiría en el materialismo.