«Las nuevas masculinidades, para ser realmente nuevas, tienen que estar dispuestas a tomar posiciones que las lleven a sufrir el acoso, la suspicacia, la fiscalización, la persecución que sufren y han sufrido el resto de opciones genéricas, por el simple hecho de serlo frente a una dominante. El hombre nuevo sólo puede serlo si acepta adoptar gestos que no den réditos de cara a la galería [...]. Lo que sería nuevo es que los hombres, tan ansiosos de refundarse, desistieran para alivio del resto. Que entregasen las armas y se disolvieran [...]. Que todos los grupos de hombres merodeando por espacios públicos sean detenidos, identificados y disueltos. Que cinco tipos conjurados en un portal no puedan ser tratados de otro modo, en lo jurídico, que como es tratada una organización terrorista.»
Así habla Víctor Parkas en Game Boy, un libro que no es una recopilación de sangrantes columnas de opinión, ni tampoco una novelita generacional sobre el ocaso de las masculinidades tóxicas, ni mucho menos un conjunto de relatos endiabladamente pop. Game Boy es todas esas cosas a la vez, además de la confirmación de que su autor se ha convertido en uno de los críticos más voraces del panorama literario en español.