Los humanos se adaptan a distintos climas y transforman el ambiente natural más que otras especies, pero también lo destruyen. Ambivalentes y contradictorios, los seres humanos somos una especie particularmente frágil. Filosofía y teología ayudan a una lectura de lo humano en sus dos caras: la fragilidad y la esperanza. Fragilidad, porque somos especialmente vulnerables. Esperanza, porque somos criaturas iluminadas desde un más allá. El planteamiento paradójico de preguntas de la mano de Unamuno y la incesante búsqueda de puentes y mediaciones según la hermenéutica de Ricoeur, marcan el estilo de este ensayo de introducción a la antropología filosófica. El autor, desde su experiencia de un cuarto de siglo en Japón, sitúa en perspectiva intercultural e interreligiosa los temas tradicionales de la reflexión filosófica sobre lo humano: leer la naturaleza, la vida, los textos, las personas y, últimamente, leerse a sí mismo, la interacción de lo biológico, lo cultural y lo espiritual. La reflexión avanza desde el paisaje a la cultura, desde el cuerpo al sujeto y desde el cerebro al espíritu. Y, pasando de los orígenes homínidos a las originalidades humanas, se interroga por la verdad y la libertad, el amor, el mal y la muerte. Dime cómo preguntas, cómo eliges, cómo confías, y te diré quién eres. Ante el fenómeno de la deshumanización, la antropología de la fragilidad abre camino a una ética en la incertidumbre, pero desde la responsabilidad, consciente de sus inseguridades, pero concernida por el cuidado de la vida y las personas. La lucidez desengañada de Gautama el Buda, la denuncia de los sofismas en la mayéutica de Sócrates y la crítica esperanzada de Jesús de Nazaret, sirven de clave para revisar las antropologías, favorecer el encuentro de las culturas y descubrir pistas de trascendencia.