es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión: es la primera y fundamental vía de la Iglesia, una vía trazada por Cristo mismo, una vía que pasa inalterablemente por el misterio de la Encarnación y por el de la Redención.
Y esta, de manera especial, es la vía de la Iglesia, cuando el sufrimiento entra de algún modo en su vida.
Una Iglesia atenta a las personas que, en formas diversas, viven la experiencia de una vida frágil, una Iglesia marcada de maneras distintas por el dolor recorre el camino preferido por su Señor; y todavía hoy, de hecho, se le puede encontrar misteriosamente en los más frágiles.