Cuando se intenta adjudicar responsabilidades en la calidad de la educación en el mundo de hoy, como quien reparte cartas en un juego de póker, son muchas las opciones. Las políticas de Estado, los diseños curriculares, la actualización de los contenidos, los nuevos retos en el campo laboral, todos ellos tienen importancia repartida. Algunos analistas un poco más incendiarios dirán que los diseños curriculares son modelos ajenos a los pueblos y que responden a limitaciones ya impuestas por los grandes imperios económicos, otros afirmarán no con poca razón, que las teorías educativas (sin importar su calidad) deben ser necesariamente contextualizadas para poder responder a las necesidades de cada nación. Importantes organizaciones no gubernamentales se han tomado como propia la preocupación de medir los principales indicadores de calidad en la educación en el mundo. Entonces: ¿Hacia dónde deben mirar los pueblos?, ¿Deben volver la vista hacia los teóricos del pasado?, o ¿deben necesariamente, atreverse a mirar hacia el futuro e innovar?, ¿Este afán por lo nuevo, no diluye las identidades locales?, ¿Mirar hacia lo local, puede hacernos perder proyección hacía nuevos horizontes? ¿Qué significa mirar hacia el futuro?, ¿Copiar modelos que son exitosos en otras latitudes y aplicarlos?, ¿Dónde estará la respuesta?, ¿En el pasado?, ¿En el futuro al cual no hemos llegado?. Son muchas preguntas, se nos presentan como un enjambre de angustias que cortan la respiración. Sin embargo, la variopinta producción que compila este libro pone en franca evidencia que todo el rosario de cuestionamientos que nos hacíamos en líneas previas, no sólo ocupan a grandes tecnócratas que filosofan al frío de sus aires acondicionados, sino que son el motor de búsqueda de muchos héroes anónimos. Currículum, evaluación, competencias, inteligencia emocional en el manejo de la investigación, la extensión vista no sólo como un requisito que se cumpl...