Pero las cosas no resultaron fáciles y la resistencia patronal al cambio fue mucho más lejos de lo esperado. En esta situación de inseguridad, la Unión se vio conmovida por la crisis de la coalición republicano-socialista y la victoria electoral de un centro-derecha dio vía libre a la contraofensiva patronal y puso sobre el tapete el riesgo de una involución.
La fallida insurrección obrera de octubre de 1934 fue la respuesta. Para la UGT se abría una etapa difícil, con miles de obreros encarcelados y expulsados de sus puestos de trabajo. La sublevación militar interrumpió brutalmente esa trayectoria.