Argumento de Ensayos de Teodicea
Encuadernación: Rústica
Leibniz (1646-1716) fue un genio polifacético. Representa una referencia fundamental en la filosofía y la matemática del siglo XVII, destacó en los campos de la diplomacia, la ingeniería y la historia, y como naturalista, físico y jurista. Es considerado uno de los genios más grandes de la historia de la humanidad. Fue un intelectual tan grande que ha sido objeto de deseo de diversas tendencias filosóficas, desde el racionalismo a la escolástica, pasando por el positivismo. Como persona de una formación enciclopédica, recibió influencias muy diversas, entre otros, de Platón, Aristóteles, Hobbes, Descartes, Spinoza, Locke, Tomasius, Weigel, Mercator, Pascal y hasta del propio Pierre Bayle, a quien rebatió, entre otros lugares, en sus Ensayos de Teodicea. De cada uno de ellos tomó lo que le interesaba y combatió lo que consideraba erróneo o no coherente con su sistema. Sin embargo, no puede ser calificado de ecléctico, en sentido peyorativo.
Leibniz ha sido uno de los pensadores más sistemáticos, aunque no fue un ejemplo de orden y sistematicidad en sus escritos. Su sistematicidad en el pensamiento se percibe en su remisión constante a los primeros principios, como si el pensamiento fuera un organismo vivo que se alimenta de las raíces y desde las propias raíces. Su legado se compone de un conjunto de obras breves y de una correspondencia inmensa. Pero, a pesar de esta circunstancia, su filosofía es coherente y compleja. Como cada mónada refleja el universo entero, cada parte de su sistema, cada uno de sus escritos refleja el sistema entero y se refiere a él.
El fundador de la Academia de Berlín y consejero áulico fue un metafísico y sobre todo un filósofo, alguien que trató de ver la realidad, cada momento o parte de ella, como un momento del todo. Su sistema es tan complejo y universal que en él confluyen no sólo las ideas tradicionalmente filosóficas, sino todo el saber. Esta universalidad se refleja extraordinariamente en los Ensayos de Teodicea, obra en la que Leibniz volcó toda su erudición y su agudeza crítica. De ahí que sea una obra riquísima en referencias históricas, tanto en relación a las personalidades como a las citas y textos correspondientes a todo tipo de filósofos, teólogos e intelectuales relevantes de todos los tiempos hasta el siglo XVIII.
Una de las características más reseñables de Leibniz como filósofo es el rechazo de las posiciones extremas y la búsqueda constante del diálogo. De aquí que su irenismo. Su planteamiento de igualdad entre el emperador y los príncipes, su trabajo por la unidad de las iglesias y su búsqueda de la paz a través del diálogo y el debate fueron instrumentos para alcanzar la unidad de Europa y la paz en el continente. En este contexto adquieren un significado especial las teorías leibnizianas de la armonía preestablecida y de la característica universal, que debían contribuir a superar las pugnas seculares que habían convertido la religión en un campo de batalla y Europa en un lugar de confrontación y muerte. Así pues, Leibniz es un ejemplo clarísimo de defensor y practicante de la tolerancia política. Su liberalismo religioso se corresponde con su liberalismo político e intelectual, con una concepción del ejercicio de la política fundamentada en la prudencia. Esto lo llevó a permanecer siempre alejado de cualquier fanatismo o dogmatismo.
Estas actitudes se entienden muy bien en el marco de una Europa y de una Alemania divididas entre católicos y luteranos, desmembradas en varios cientos de Estados gobernados por casas reales enfrentadas con frecuencia entre sí. Leibniz hizo a lo largo de su vida un ejercicio de equidistancia en el que en ocasiones encontró el apoyo tanto de los católicos como de los protestantes. Su vida fue un ejemplo de búsqueda de la equidad, de racionalidad frente al fanatismo que se había expandido por Europa. Sus iniciativas irenistas a través de personalidades relevantes del catolicismo de su tiempo, como por ejemplo Bossuet, no dieron el fruto deseado, pero tenían el objetivo de intentar alcanzar la concordia entre los luteranos y los católicos, lo que habría contribuido a la construcción de los cimientos de la paz y la unidad de Europa.
En el prefacio de los Ensayos de Teodicea, Leibniz manifiesta su preocupación por la función que la religión había tenido en las distintas sociedades y tenía en la sociedad de su tiempo. La ve confundida con las formalidades y los ritos, y denuncia que ni la virtud ni la luz o la clarividencia han sido patrimonio de la mayoría de las personas. En todo caso, las prácticas externas y las opiniones de las personas habían sofocado y oscurecido la devoción y la fe. Fue Jesucristo quien transformó la religión natural convirtiendo a los seres humanos en bienaventurados, dándoles en la tierra un adelanto del sabor de la felicidad futura. Sin embargo, en el cristianismo, la devoción ha sido reducida a ceremonias y la doctrina se ha sobrecargado con fórmulas que con frecuencia no han contribuido a mantener el ejercicio de la virtud, hasta el extremo de comprender a Dios como un poder irresistible y despótico cuando debía ser concebido como un poder que gobierna a través de la sabiduría más perfecta. A esto habían contribuido diversas opiniones fundamentadas en nociones confusas correspondientes a la libertad, la necesidad y el destino.
Leibniz confiesa que sintió la necesidad de reunir su pensamiento sobre estos problemas y darlo a conocer. A este propósito responden los Ensayos de Teodicea.0Introducción
Ensayos de Teodicea sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal
Prefacio
Discurso preliminar sobre la conformidad de la fe con la razón
Primera parte: ensayos sobre la justicia de Dios y la libertad del hombre en relación con el origen del mal
Segunda parte
Tercera parte
Índice
Apéndices
Compendio sobre la controversia, reducida a argumentos según las reglas
Reflexiones sobre la obra que el señor Hobbes publicó en inglés, sobre la libertad, la necesidad y el azar
Observaciones relativas al libro sobre el origen del mal, publicado hace poco en Inglaterra
La causa de Dios, defendida a través de su justicia, conciliada con todas sus otras perfecciones, y con la totalidad de las acciones
Intento de una teodicea o doctrina de la justicia divina, sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal