De la mano de su hermana Aurora -manager personal y compañera de fatigas-, nos cuenta con gran emoción lo que sintió y vivió desde el día que le diagnosticaron un cáncer de pecho con apenas treinta años; su desasosiego y sus miedos; la intervención quirúrgica y los tratamientos posteriores; las giras entre sesión y sesión de quimioterapia; el apoyo incondicional de los suyos y, por encima de todo, sus ganas de luchar, de poner la enfermedad en su sitio, junto a las malas pasiones, y tirar p'adelante, poquito a poco.
Por ello no se cansa de repetir, a lo largo de las páginas de este sincero y desgarrador testimonio, que es una persona con suerte: «Por sentir amor, por tener una familia que me quiere y me cuida, por mis amigos, por mi grupo, sobre todo por sentirme acompañada en mi proceso».