En estos tiempos de prisas y de estrés, esta obra quiere recuperar el placer de la charla pausada y amigable. En medio de la trivialidad, quiere invitarnos a reflexionar sobre temas fundamentales y universales, aunque sea de una manera inicial e, incluso, superficial: el lector, si lo desea, siempre podrá profundizar más tarde por su cuenta. En esta época en la que viven más ancianos que nunca y en la que, sin embargo, idolatramos a la juventud, esta obra quiere recuperar el valor de la sabiduría que sólo dan los años. El viejo que me enseñó a pensar narra los encuentros de un niño y un anciano, en la España de 1953. Encuentros que comenzaron por casualidad y que se convirtieron en una costumbre semanal. Diez encuentros que al niño le parecerán muchos más, por cómo llegaron a marcar su vida durante aquel curso. En esas conversaciones, el niño y el viejo abordarán temas como la libertad, el amor y la muerte. Serán diez entrevistas que dejarán una huella profunda en el niño que ahora, ya casi anciano, rememora y escribe para que un día puedan ser leídas por su nieto recién nacido.