Sobrevivir es siempre una aventura
Lucero, una joven aficionada a la astronomía, debe abandonar el Valle del Elqui para internarse en un hospital de Santiago. Enfrentada a lo incierto, se debate entre la desesperanza y la fe, los escapularios y los cuarzos. Durante su estadía en el centro médico teje lazos de amistad con los otros niños y jóvenes del octavo piso y conoce a Paulo, su primer amor. Juntos luchan por vencer su enfermedad y hacen planes para vivir hasta los ochenta años. Lucero había pensado, al llegar al hospital, que lo que les ocurría a ellos, los del octavo piso, era terrible y que con decir «pobrecitos» había logrado ponerse en su lugar, pero no será hasta tener su propio diagnóstico que se asomará a las primeras claves de lo que significa pertenecer a esa nueva hermandad, la de las marmotas.