Desde mi más tierna infancia tengo relación directa con el más allá. Por las noches, antes de conciliar el sueño en mi habitación, se sucedía un desfile tras otro de personas fallecidas que me comunicaban mensajes. Estas situaciones se convirtieron en hechos habituales en mi vida cotidiana; para mí ver a personas físicas acompañados por difuntos es el «pan de cada día» y lo más bonito es poder enlazar estas almas con sus seres queridos..