Hay una apertura gradual a través del cuerpo soñador hacia los elementos, los árboles, las rocas, a los animales, al animal humano, al planeta Tierra, las estrellas, el universo.
En este camino no existe diferencia entre el hombre y la naturaleza. Todo es energía.
El sueño es un tema central en el despertar a esta realidad extática. Lo soñado se encuentra con el soñador igual que la pintura se encuentra con el artista. Hay un diálogo lleno de éxtasis entre el creador y lo creado. Ellos crean juntos el nuevo sueño de su vida y danzan entre el tiempo y el no tiempo marchando hacia el lugar de no pensamiento, el nirvana de las tradiciones orientales en donde ya no tenemos que hablar porque no hay nada que defina la belleza de la unidad.
El autor nos traduce los lenguajes que hay entre los mundos, y mucho de ese trabajo consiste en intentar sentir el sonido y la canción correctos mediante la respiración.
Para lograr esto se dan ejercicios, que están dirigidos a funcionar como ladrillos que desarrollen la fuerza de la habilidad del lector para soñar de día y de noche con plena conciencia.
Las experiencias en el desierto me enseñaron, más que nada, que los más grandes maestros están todos alrededor y dentro de nosotros. Ellos están esperando la oportunidad de ser oídos.