Cuando los judíos fueron despojados de todo, hasta de sus nombres, lo único que les quedaba era su fortaleza espiritual interior, la esencia de su existencia.
Es esto lo que los cuentos registran.
Lo único que les podía proveer eternidad y humanidad en medio de un orden deforme, caótico.
Un documento único, testimonial, en el que la fe enfrenta a la barbarie.