Una obra sólida sobre el Concilio y un estimulante de la vida cristiana». Con estas palabras describe Henri de Lubac El Rostro del Resucitado, volumen con el que Marie-Josep Le Guillou, perito en el Concilio Vaticano II y uno de los protagonistas de la teología católica de la segunda mitad del siglo XX, ofrece a los lectores «una especie de vade-mecum conciliar, un manual con las líneas fundamentales de Vaticano II». El Rostro del Resucitado, que permite reconocer la «contemplación del Rostro de Cristo suscitada por el Espíritu» como la «pulsación primordial del corazón quizá escondido pero infinitamente real y dinámico del Vaticano II», constituye un ejemplo paradigmático de la «hermenéutica la renovación y de la reforma dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia» solicitada por Benedicto XVI a cincuenta años de la apertura del último Concilio Ecuménico.