En el siglo xix, Francia desplazo a Italia de su secular trayectoria como centro generador de las artes. Frente a este hecho, tanto Filippo Tommaso Marinetti, creador del Futurismo italiano, como Giorgio de Chirico, de la Pintura Metafísica, aportaron su particular poética al arte moderno europeo. Ambos recibieron una influencia decisiva del pensamiento filósofico de Friedrich Nietzsche: Marinetti conceptualizo la creación artística bajo la premisa «arte=vida» intentando trascender la crisis del mundo de Occidente. De Chirico construyo su obra pictórica trastocando su significado original, con el fin de discernir su segunda apariencia, dentro de un ámbito espectral, metafísico, para representar con metáforas plásticas «el eterno retorno».