Argumento de El Origen del Mundo. Historia de Un Cuadro de Gustave Courbet
La posición de las piernas, la ausencia de rostro (rasgo que la dota de mayor misterio y, a la vez, universalidad), la rotundidad de las formas, la inevitabilidad del primer plano y, desde luego, ese oscuro y espeso triángulo que castiga cualquier intento de negar lo que se está contemplando.: esta obra de Courbet, escandalosa y arrebatadora, posee un poder de fascinación tal que la convierte en una pieza única de la historia del arte occidental.
Y si apasionante puede ser el análisis pictórico de este Origen del mundo, no lo es menos el de su itinerario desde que Courbet lo pintara en 1866 para el diplomático y coleccionista turco Khalil Bey: trazado al detalle por Thierry Savatier gracias a una exhaustiva investigación (que ilumina muchos aspectos oscuros y abre estimulantes líneas futuras), conoceremos el París galante de finales del siglo xix pasando por los años de la ocupación nazi de Hungría, donde el cuadro fue robado, hasta su vuelta a Francia tras su adquisición por el psicoanalista Jacques Lacan y su definitiva recuperación para el público con su llegada al Museo de Orsay en 1995. Y en este sinuoso trayecto son muchas las personalidades de los dos últimos siglos que aparecen vinculadas al cuadro, impresionadas, alarmadas y siempre, secreta o abiertamente, cautivadas: Gautier, Sainte-Beuve, Goncourt, Marguerite Duras, Claude Lévi-Strauss, René Magritte.
Al misterio telúrico y la fascinación primaria de su contenido corresponden, pues, como en estas páginas se narra, un enigmático contexto (desde el propio título del cuadro hasta la identidad de la modelo que ante Courbet abrió sus piernas) y una intrigante historia de desapariciones, ocultamientos y dolosos olvidos que parecen haber conspirado, como contra él y la sacudida de libertad que genera siguen tratando de hacer los veladores de la moral, para ocultar a hombres y mujeres la magistral visión de lo que es nada más y nada menos que un soberbio coño: un coño soberbio por su atrevida contundencia, pero, por encima de todo, por su magistral factura, que marca un punto y aparte en el devenir de la pintura occidental, lo que hace plenamente justificable y absolutamente necesaria esta «biografía».0