Relatos escritos en una prosa elegante y cuidada, están vertebrados por la voz de su narrador (Samuel Serrano), unas veces protagonista y otras alguien que escucha, que lee, que recoge palabras e historias ajenas. Al mismo tiempo, una constelación de recuerdos de la infancia y de la juventud en tierras caribeñas, y un monstruo sanguinario y brutal que devora las vidas de sus hijos.
El relato que da título al libro es una sátira feroz, aunque algo melancólica, que explora las miserias de la literatura a través de un personaje alucinado y extravagante, por el cual, a pesar del severo juicio del narrador, es difícil evitar sentir ternura.