Azulejo es el tímido héroe de este relato, es uno de esos niños de la guerra que tanto se ha ocupado la literatura moderna española. Salvo en la primera parte del libro, donde el autor mantiene una quimérica conversación con el chaval considerado como un yo-otro independiente y autónomo, es el autor quien toma la palabra en tercera persona como cronista de la vida de ese niño, luego adolescente, hijo de una familia republicana en los años treinta y cuarenta del pasado siglo, los infaustos años de la guerra incivil y su primera posguerra.