Llega Miguel Ávila del remansado desierto de la conciencia para invitarnos a la rebeldía última de la poesía: la rebelión de la memoria y de la verdad íntima, escondida en la sencilla sinrazón del mundo. El loco mundo está lleno de regresos sinceros e increíbles descubrimientos que, sin embargo, están exentos de toda magia que no sea la propia brevedad ontológica y el certero espasmo del drama, donde ya no es concebible otro significado que el de un escenario enmarcado por las eternas preguntas del hombre.