Los juicios de Lizundia chocan con la línea editorial de los medios de comunicación, con su catecismo, con su manual de adoctrinamiento. Y al hacerlo está poniendo en solfa su fachada ética, en tanto que esos medio, además de servir a intereses financieros, operan no ya como correas de transmisión del poder, sino como proveedores de ideología gobernante. Nuestro autor, por esto y por aquello, contra esto y aquello para decirlo unamunianamente, se subleva y reacciona. De ahí la etiqueta, fácil como todo marbete, que pueda señalarlo como reaccionario. Salvo que tomemos al toro por los cuernos y digamos: naturalmente, reaccionario como Julien Benda, otro dinamitero de la estupidez y el gregarismo de la opinión pública nuestra de cada día.