En aquellos años, Cioran, tras disfrutar de una beca de estudios en Alemania, vuelve a Rumania y pasa a ser profesor de filosofía en Brasov. «Mi paso por el instituto de Brasov fue en verdad catastrófico, tuve follones con mis alumnos, los profesores, el director..., en una palabra, con todo el mundo», cuenta el propio autor en una entrevista con Michael Jakob. En semejante estado de ánimo escribió El libro de las quimeras , en el que encuentra por primera vez en el aforismo su verdadero estilo, un estilo que le permite no sólo discurrir con mayor concisión y precisión, sino denunciar, maldecir y fustigar sin piedad todo lo que le irrita.
El libro de las quimeras es en realidad el primer verdadero ajuste de cuentas de Cioran con la ilusión omnipresente en la que vive, cegado, engañado y envilecido por sus propias quimeras, el ser humano. No obstante, pese a su desgarro y su desesperación, Cioran encuentra en la vida elementos para reconciliarse con ella. Uno de ellos, la música y, aquí, Mozart: «Siempre que escucho su música me crecen alas de ángel», o «No quiero morir, porque no puedo concebir que un día sus armonías me sean extrañas para siempre»...
Entre En las cimas de la desesperación , que obtuvo enseguida un enorme éxito, y De lágrimas y de santos , que causó un gran escándalo, así como su traslado precipitado a París en 1937, El libro de las quimeras quedó prácticamente olvidado hasta ser traducido al alemán en 1990 y finalmente al francés en 1992. Sin embargo, en el conjunto de su obra posterior, es un libro clave para apreciarla y comprenderla mejor.