¿Cómo iba a convencerle de que ella no era parte de la herencia si apenas podía resistirse a sus caricias?
El silencio en la sala resultó ensordecedor mientras se leían las últimas palabras del testamento del padrastro de Virginia Mason. De repente, la vida de la inocente Ginny quedó hecha añicos. Sin herencia, su futuro y el de su familia quedarían en manos del enigmático Andre Duchard.
El francés era extraordinariamente atractivo, pero también era todo aquello que Ginny despreciaba en un hombre; era arrogante y cínico. Pero un beso robado la haría sucumbir sin remedio.