?Detesto las carnicerías y al mismo tiempo me fascinan, me hipnotizan. Oigo murmullos aterciopelados en lo rojo de las carnes. Me irrita y me atrae el caer certero del cuchillo. Observo las piezas muertas, los cartílagos, los huesos. Admiro la pericia del carnicero. Siento un ansia irracional de colgar mi vida, mi mísera vida, en uno de aquellos ganchos, acabar así. Me atruenan gritos que llegan de mi interior, sofocados por el fieltro de la decencia social?