Nadie nos mira ha despertado un gran interés tanto dentro de la literatura portuguesa como fuera de su ámbito lingüístico, y está ya en proceso de traducción a otras lenguas. Con una escritura radicalmente nueva, Peixoto nos sumerge en un mundo terrible a través de una prosa cuidada y de extrema belleza. Un coro de voces de hombres con nombre bíblico y mujeres sin nombre propio nos hablan de su soledad, de su inmensa soledad, de un mundo en el que Dios no existe.
"El hombre que escribe encerrado dentro de una habitación sin ventanas se detuvo de repente en mitad de una frase y el fin, para él, fue la tinta que desapareció de las páginas que había vivido, fueron las hojas de papel que huyeron de sí mismas y se convirtieron en el más absoluto vacío de todo, fue la memoria que se transformó ni siquiera en aire, ni siquiera en viento. El mundo acabó. Y no quedó nada. Ni las certezas. Ni las sombras. Ni las cenizas. Ni los gestos. Ni las palabras. Ni el amor. Ni el fuego. Ni el cielo. Ni los caminos. Ni el pasado. Ni las ideas. Ni el humo. El mundo acabó. Y no quedó nada. Ninguna sonrisa. Ningún pensamiento. Ninguna esperanza. Ningún consuelo. Ninguna mirada".