La exigencia popular apuntaba a todos los responsables del desastre neoliberal: los capitales locales y extranjeros más concentrados, las FFAA, la clase gobernante local, el FMI y los gobiernos de los países del Norte con intereses en el país, entre ellos, el Estado español.
Durante la década de 1990, Argentina ha sido un alumno ejemplar a la hora de aplicar los preceptos del Consenso de Washington. Ejemplar ha sido también el derrumbamiento de la sociedad argentina producto de ese alineamiento irrestricto en todos los órdenes de la vida pública y privada. Las dramáticas consecuencias, producto de diez años de negocios sucios, corrupción y especulación, explotaron en diciembre del 2001 en una oleada de protestas sociales autoconvocadas bajo un mismo lema: ¡Qué se vayan todos!