El 1 de octubre de 1884, Miguel Morayta y Sagrario pronunciaba el discurso de apertura del nuevo curso académico en el paraninfo de la Universidad Central, Madrid. Hasta donde hoy se sabe, se trata de la única conferencia sobre el Egipto antiguo que haya provocado manifestaciones estudiantiles, cargas de las fuerzas del orden, detenciones multitudinarias, el cierre de la universidad durante varias semanas y un debate parlamentario. La Iglesia católica española respondió con acritud al considerar las palabras del orador un ataque directo a sus creencias, pues ponía en duda las fechas bíblicas e, incluso, la existencia de un Diluvio universal, en un momento en que los medios académicos europeos y españoles sentían la necesidad de un nuevo paradigma cronológico para la Prehistoria y la Antigüedad y de una interpretación histórica de la Biblia menos literal. El autor de este artículo considera que la elección del tema no fue casual. Envolviendo el discurso entre frases de textos egipcios y valoraciones positivas de la sociedad y la civilización del valle del Nilo, el objetivo del conferenciante no era solo una revisión de conocimientos caducos sobre el mundo antiguo, sino, también, una defensa de la renovación de métodos en la universidad española y, en última instancia, de la libertad de cátedra.