A Colin le encantaría pasar inadvertido, que no le gritaran, que no le tocaran constantemente, que no le obligaran a jugar al baloncesto, que dejaran de hacerle tantas preguntas. Para él no hay nada mejor que observar, sentado en un solitario banco, mientras apunta en su raída libreta roja todo cuanto ve.
El día que se produjo el disparo en la cafetería, en lugar de huir como todos los demás, a Colin le pudo su innata curiosidad de detective y, decidido y emocionado, se acercó al lugar de los hechos. Empezaba, así, el primer caso de su vida...
«Colin Fischer es como si un antropólogo extraterrestre estuviera atrapado en la Tierra y no tuviera más remedio que descifrar los comportamientos humanos para sobrevivir.» Lev Grossman