El viaje delirante de un hombre que va en busca de su esposa y del hombre que cree su amante.
La anécdota es simple: Elisheva, la esposa de Shaul se ausenta de casa cada tarde para ir a nadar, o eso es lo que ella dice. Deja el apartamento con una bolsa de gimnasia en bandolera y vuelve al cabo de una hora con el pelo mojado y el rostro relajado... A partir de ahí, Shaul imagina cosas bien distintas: ve a su esposa con otro hombre, nota sus caricias, oye sus palabras, sabe -como todos los seres celosos creen saber- que con ese hombre Elisheva se atreverá a juegos que nunca ha experimentado con él. El delirio llega a tal punto que Shaul nos convence a todos de que el adulterio es real, y seguiremos a ese marido despechado en un viaje nocturno que supuestamente le llevará al escondrijo donde se refugian los amantes. Quien le acompaña es su cuñada Esti, una mujer de mediana edad que se embarca en esa aventura sin saber bien qué le espera. Ella conduce, él está echado en el asiento trasero, y así, sin mirarse, cada cual cuenta su historia con esa soltura con que a veces nos sinceramos con un viajero que casualmente comparte nuestro asiento en un tren. Al final, poco importa si de verdad este hombre desesperado encontrará a los amantes. La realidad pura y dura es lo de menos; lo que queda y cala hondo es el dolor de un ser humano que necesita del de un rival para definirse a sí mismo y definir su mundo.