Arthur Schopenhauer fijó su mirada penetrante en una escena trivial y cotidiana de la comedia humana: el afán por tener razón o, mejor, por que nos den la razón en una disputa. Es un fenómeno que, como espectadores o como participantes, vivimos a diario, en el campo académico, en los debates políticos, en las contiendas judiciales, o en la vida familiar y social. Y una disputa, una discusión -ese forcejeo en la palestra mental y verbal entre dos interlocutores- es un yunque de prueba donde inevitablemente se muestra el temple y la calidad de nuestro acero intelectual y moral.