Argumento de Fragmentos Ii. Presocráticos
Concluye en este tomo el compendio de fragmentos conservados de diversos pensadores fundacionales para la filosofía occidental. Parménides, de la Magna Grecia, formuló aquella sentencia tan simple y a la vez tan densa y trascendente corno quizá ninguna otra: 'Lo que es, ES', que implica la afirmación absoluta del ser. Zenón, discípulo de Parménides conocido por sus paradojas, comienza a desarrollar una argumentación lógica tan estricta que Aristóteles lo llamará el 'inventor de la dialéctica'. La obra del siciliano Empédocles resulta una síntesis genial de diversos elementos heredados, ensamblados por él en una visión del cosmos concebido como uni-totalidad orgánica y viviente a la que pertenece el hombre, daímon caído que anhela las sendas que lo liberen de la acción del Odio (Neikos) y lo reconduzcan a la unidad, obra de la Amistad (Philótes). Con Anaxágoras retornamos a la Jonia; su estadía en Atenas y su enseñanza entre los jóvenes intelectuales de allí (particularmente la referida a la acción del Nous ('inteligencia') que, separado de las cosas y subsistente en sí mismo, rige todo el movimiento cósmico) dejó huellas indelebles. Demócrito es el máximo representante del atomismo antiguo junto con Leucipo, pero la mayor parte de sus sentencias transmitidas atestiguan una preocupación por la ética o, más precisamente, por esa cuestión también fundamental para Sócrates: 'cómo hay que vivir'1