En toda convivencia humana bien ordenada y provechosa hay que establecer como fundamentoel principio de que todo hombre es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza.Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto.
Juan XXIII, Pacem in Terris.