La gran pasión de Baudelaire fueron las imágenes: las plasmó en poemas perdurables, las coleccionó, fue amigo de pintores, crítico de arte, deambuló en galerías y museos. Pero casi nadie sabe que esa pasión lo llevó a tomar pinceles y colores para liberarse de las imágenes que lo asediaban. Sus dibujos se extraviaron o quedaron dispersos en diversas colecciones. Por primera vez se reúnen todos en un solo volumen. Baudelaire fue, junto con Manet y Guys, el más claro ejemplo del pintor de la vida moderna. El lector encontrará también una serie de fragmentos que Baudelaire escribió poco antes de morir, enfermo, en la miseria, pero con una fe inquebrantable en la poesía y en la belleza. Cuando Nietzsche leyó los fragmentos póstumos de Baudelaire, se reconoció en ellos, y dijo sentirse en presencia de un libro con el poder de transformar el siglo. Esta es la primera traducción completa y directa de los manuscritos. No existe, ni siquiera en francés, una edición con estas características. En 1866, un año antes de su muerte, Baudelaire preguntó a Sainte-Beuve pero era una pregunta dirigida a nosotros, y a todo tiempo futuro: «¿Acaso hay alguien, entre estas personas, que sienta verdaderamente la fulguración o el encanto de una obra de arte?». Quien abra este libro, quien lea estas páginas, sentirá entre sus manos ese fulgor, y su vida permanecerá por siempre en las regiones terribles y mágicas de las obras de arte.