Hablar simultáneamente de ganar bienestar y desempleo suena a contradictorio en nuestra actual concepción y escala de valores, ya que se nos hace difícil pensar que una persona pueda experimentar simultáneamente un incremento en su bienestar individual, cuando tiene dificultades para conseguir una legítima compensación económica derivada de su trabajo. Sin embargo, por paradójico que resulte, es un hecho que la persona pueda beneficiarse de lo digital como consumidor y en cambio verse perjudicado como productor. Estamos en las primeras etapas de una época de grandes cambios asociados al conocimiento y su aplicación por la tecnología. Las innovaciones digitales están rehaciendo la industria, la economía y la sociedad al igual que el vapor, la electricidad y de combustión interna hicieron antes. La revolución digital es la mejor noticia económica del planeta tanto por las nuevas formas de fabricar cosas materiales, como para la obtención de productos cognitivos e inmateriales. La digitalización incrementa la tarta de la riqueza y del bienestar pero ninguna ley dice que debe beneficiar a todos por igual y de hecho los beneficios económicos y laborales de esta oleada tecnológica están siendo muy desiguales, hoy la mayoría puede sentir que vive en peores condiciones económicas, aunque todos disfrutemos diariamente de las posibilidades de lo digital. La digitalización destruye muchos más puestos de los que pueda crear por lo que se plantean situaciones muy espinosas. Anteriores revoluciones aumentaron considerablemente la demanda de mano de obra, así como un trabajo sostenido con crecimientos salariales. Las evidencias llevan a preguntarse si esta vez las cosas son diferentes. En un camino que va de la tecnología al empleo, pasando por aquellos aspectos que mejoran la sensación de bienestar en este texto acabamos planteando la pregunta de ¿Cómo se organiza una sociedad en la que muchas personas a través de su ocupación ya no puedan obtener recompensas aceptables?