"Unas líneas desde la casi oscuridad, todavía, hasta la luz que es María Victoria. Siempre recuerdo aquellas espumas blancas desde las que parecía surgir, en el primer día de nuestro nacimiento. Una adolescente delicada pero irradiante que parecía sonreír desde un futuro prometido. En aquella playa, entonces casi salvaje, de Torremolinos, adelantaba el pie impecable, la mano cuidadora, por un milagro de la generosidad temprana, para atender al poeta más que maduro que se sentía escogido y no sabía bien por qué. Es algo que se le anunciaba: el nacimiento de un resplandor y de una oscuridad, al mismo tiempo, entre los que ella encerraría y revelaría la significación de la vida, con una palabra inconfundible, que tanto ayudaría a quienes la escuchasen. La palabra dormía en el seno de aquella niña, ¡pero qué pronto la rasgaría en un alumbramiento sin par! ¡Cuántas veces en mis horas de sombra me ha ayudado María Victoria desde su presencia invisible pero cercana! Y cuántas, en la lejanía, me ha enseñado con su verso sobre el dolor y sobre su entrañamiento, sobre la traspasada pureza de la vida y sobre la turbiedad más reveladora, que en ella tiene siempre un signo de superación. VICENTE ALEIXANDRE
"Unas líneas desde la casi oscuridad, todavía, hasta la luz que es María Victoria. Siempre recuerdo aquellas espumas blancas desde las que parecía surgir, en el primer día de nuestro nacimiento. Una adolescente delicada pero irradiante que parecía sonreír desde un futuro prometido. En aquella playa, entonces casi salvaje, de Torremolinos, adelantaba el pie impecable, la mano cuidadora, por un milagro de la generosidad temprana, para atender al poeta más que maduro que se sentía escogido y no sabía bien por qué. Es algo que se le anunciaba: el nacimiento de un resplandor y de una oscuridad, al mismo tiempo, entre los que ella encerraría y revelaría la significación de la vida, con una palabra inconfundible, que tanto ayudaría a quienes la escuchasen. La palabra dormía en el seno de aquella niña, ¡pero qué pronto la rasgaría en un alumbramiento sin par! ¡Cuántas veces en mis horas de sombra me ha ayudado María Victoria desde su presencia invisible pero cercana! Y cuántas, en la lejanía, me ha enseñado con su verso sobre el dolor y sobre su entrañamiento, sobre la traspasada pureza de la vida y sobre la turbiedad más reveladora, que en ella tiene siempre un signo de superación. VICENTE ALEIXANDRE