Actualmente el matrimonio no es garantía de nada. Más de la mitad de las bodas que se celebran ahora terminarán en divorcio. Con el divorcio exprés, las leyes feministas y el empoderamiento de la mujer el matrimonio se ha convertido en una apuesta de alto riesgo para los hombres. Si el futuro laboral que espera a los jóvenes se puede resumir con las tres P (Precariedad, Pérdida de derechos y Pensiones miserables), el futuro familiar es de terror, se resume con tres D (Divorcio, Denuncias y Devastación económica). Un modelo de matrimonio sin estabilidad y sin seguridad jurídica ni económica no tiene ningún aliciente para los hombres. Cuando los hombres firman el contrato de matrimonio no son conscientes de que están firmando un contrato de esclavitud, donde todo son derechos para la mujer. En estas circunstancias, la principal preocupación de todo hombre que se decida por el matrimonio debería ser cómo resolverá su futuro divorcio. Aquel que no haya tomado sus medidas preventivas desde el primer momento sufrirá luego el maltrato y los expolios típicos del divorcio feminista.