Nacidos para impulsar la emancipación de los trabajadores, los partidos socialistas y comunistas enarbolaron los anhelos latentes en las sociedades europeas a favor de convertir los bienes económicos en propiedad colectiva, colocar el poder político en manos de los trabajadores y llevar a cabo la transformación del capitalismo. Después, a medida que comenzaron a ganar influencia social y a desarrollar fuerza política, adoptaron posiciones reformistas y desempeñaron un papel decisivo en la consolidación de los derechos laborales, sociales y democráticos. Al final del trayecto, cuando el capitalismo imperante desde las décadas finales del siglo XX atacó el contrato social alcanzado, los partidos obreros, carentes de discurso estratégico y de capacidad política para defender los intereses de los trabajadores, han acabado por precipitarse en la inanidad.
Enrique Palazuelos sopesa magistralmente en Cuando el futuro parecía mejor los factores, tanto endógenos como exógenos, que explican este ciclo vital. Entre los primeros, se analizan tanto las características de los proyectos de emancipación y de los discursos estratégicos, como el desarrollo de las funciones políticas y la patológica tendencia al enfrentamiento entre fracciones. Entre los factores exógenos, se destacan los cambios de la estructura social, la actuación inhibitoria de los poderes dominantes y la influencia de varios episodios contingentes de crucial importancia.