La Cosmología Medieval es heredera directa de la visión del cielo que tuvieron los Antiguos, de su forma de entender el universo como un todo integrado en el que la Tierra es el centro absoluto. La manera de enfrentarse a la representación del cosmos cambia a lo largo de los siglos, nutriéndose con tradiciones de otros pueblos e incorporando nuevos elementos a medida que se busca una correcta interpretación de la maquinaria celeste, encontrando finalmente su definición iconográfica a raíz del redescubrimiento de los textos de Aristóteles y Ptolomeo en el occidente europeo a partir de las traducciones del siglo XII. En este proceso la imagen del universo es modificada y alterada según diferentes parámetros, no siempre coincidentes, fruto de las interpretaciones varias que se hacen de él. Y a pesar de que se realizan desde distintos puntos de vista, unas en clave científica, otras en clave poética, todas ellas se vieron teñidas por el misticismo espiritual que impregnó el Arte de la Edad Media, asociando de forma directa la configuración del universo con la acción divina interpretada en clave cristiana.