Dividido en cuatro partes, Consulado general despliega otros tantos tonos y asuntos que ya estaban presentes en la obra anterior de Barnatán. La primera parte, que da título al libro, reflexiona sobre algunos de los iconos literarios de la modernidad, desde Fernando Pessoa a Paul Celan, pasando por Emily Dickinson o Jorge Luis Borges,y en una suerte de discurso metapoético se cuestiona la siempre conflictiva relación entre la literatura y la memoria, entre la poesía y la propia vida. La segunda, «August», es una suite íntima en la que, sin nombrarla, la presencia de Nueva York funciona como catalizador de emociones. Por su parte, «El misterio del Señor» retoma la tradición hebraica de otros poemarios suyos, e indaga el sentido místico y humano de algunos textos cabalísticos. Queda para la cuarta y última parte, «El alma que canta», el viaje sentimental a la infancia bonaerense del autor y a su música, quizá, como él mismo reconoce, su «verdadera patria».